Y desde ahí, tus monjes relinchan versos inmaculados.
Es cierto lo que decías: “En mi vientre silencioso los sabios se encuentran así mismos”.
Ay solitud, con qué gusto los anacoretas acarician tus rostros de luna llena!
En una marcha solemne, sobre las sendas del logos, transitan vagabundos embriagados de locura divina, llevando tu estandarte en alto.
Ay solitud, que aun en la cacofonía de las muchedumbres tu dicha es presente… pues en ti no hay “otros”.
En tus vientos alados cabalgan querubines con voces de júbilo y noticias sublimes, diciendo: “Vano es intentar hacer el amor…pues el Amor, ya es!”
Ahhh, bálsamo de almas heridas, los terapeutas del desierto te usaban como medicina y sobre tus pergaminos inmemorables, los profetas anunciaban los tiempos…
En tus cuevas, ermitaños con cuerpos de poesía leían a Holderlin a la orilla de un fuego inflamado por el crepúsculo de los dioses…
En ti, Beethoven es lo que siempre fue, un sordo bendito…
En ti, la danza es el idioma de los despiertos…
En ti, oh kaivalya, mi religión no tiene templos…
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